Un quincho sin motor
Un día comenzando el invierno llegábamos en el jeep Wrangler a las faldas del volcán Villarrica. Eran cerca de las 6 de la mañana, estaba amaneciendo y desde el camino lleno de barro, a ratos se podía ver el volcán nevado, entre arboles, bruma y neblina. Ese era el camino que nos llevaría a la casa de Pedro el leñador. El día estaba gris, con una espesa neblina del amanecer que subía y bajaba, cruzando los largos bosques de árboles nativos. El auto se movía de lado a lado tambaleándose por las grandes piedras y el barro saltaba hasta la ventana. El auto marcaba menos 4 grados Celsius… llegamos.
Nos estacionados cerca del río de lava, que a ese día sonaba como si por ahí bajara el océano pacifico completo. Nos bajamos del auto y nos envolvió un frío polar que llegaba hasta nosotros convertido en viento y pequeñas gotas como polvo.
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