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Un quincho sin motor
Un día comenzando el invierno llegábamos en el jeep Wrangler a las faldas del volcán Villarrica. Eran cerca de las 6 de la mañana, estaba amaneciendo y desde el camino lleno de barro, a ratos se podía ver el volcán nevado, entre arboles, bruma y neblina. Ese era el camino que nos llevaría a la
El otro arquitecto
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